Hijo: "Papá, ¿puedo preguntarte algo?"
Padre: “Claro, muchacho. ¿Qué pasa?"
Hijo: “Papá, ¿cuánto dinero ganas por hora?”
Padre: “Bueno, supongo que ese tipo de cosas no te conciernen todavía. ¿Por qué preguntas algo así?
Hijo: “Sólo quiero saber. Por favor, dime cuánto ganas por hora”.
Padre: “Bueno, si de verdad quieres saberlo, gano 50 euros la hora”.
Hijo: “Oh” (baja la cabeza)
Hijo: “Papá, ¿podrías prestarme quizás 25 euros?”
Padre: “(muy molesto) ¡Así es! Por eso lo preguntas. Quieres pedirme dinero prestado para comprar algún juguete estúpido u otras tonterías. Así no, amigo. ¡Entra en tu habitación y vete a la cama! Deberías pensar en lo egoísta que eres en realidad. ¡Trabajo muy duro todos los días y luego tengo que escuchar preguntas tan audaces por la noche!
El niño entra silenciosamente a su habitación y cierra la puerta.
El padre al principio se sienta, pero se enoja más cuanto más piensa en la pregunta del niño.
“¡Qué astuto es mi hijo! ¡Hazme preguntas así sólo para conseguir dinero!
Pasa más de una hora hasta que el padre se calma y empieza a pensar.
“Quizás realmente haya algo que mi hijo necesite con urgencia. Rara vez pide dinero. En realidad nunca antes lo había preguntado. Quizás realmente necesite los 25 euros. Quizás le hice mal”.
El padre va a la habitación del pequeño, abre la puerta y entra.
Padre: "¿Ya estás durmiendo, hijo?"
Hijo: “No, papá, todavía estoy despierto”.
Padre: “Mira, volví a pensar en todo. Quizás fui demasiado duro contigo. Fue un día largo, con muchas cosas preparadas y lo entendiste todo. Aquí tienes los 25 euros que me pediste. Lo lamento."
El niño sonríe.
Hijo: "¡Gracias, papá!"
El niño busca debajo de la almohada y saca algunos billetes de euro arrugados más. El padre ve que el niño ya ha escondido dinero debajo de la almohada y se enoja nuevamente. El niño, lenta y tranquilamente, empieza a contar el dinero y luego mira a su padre.
Padre: “¿Por qué diablos pides dinero cuando ya lo tienes?”
Hijo: “Porque no he tenido suficiente. ¡Pero ya es suficiente!
Hijo: “Papá, ahora tengo 50 euros. ¿Puedo comprar una hora de tu tiempo para esto? Por favor, vuelve mañana más temprano del trabajo. Me gustaría comer contigo”.
El padre cae al suelo. No esperaba tal respuesta. Está conmocionado, conmovido, abrumado. Abraza a su hijo y le pide disculpas.
Esta es sólo una pequeña historia sobre padre e hijo. Una pequeña historia para todos aquellos que trabajan tan duro y durante tanto tiempo en sus vidas. No debemos permitirnos perder de vista lo que es realmente importante en nuestras turbulentas vidas. La gente que amamos.
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